9/11/12

5:40 pm.





Sentado al lado derecho de la micro miraba por la ventana el rojo estático del semáforo, impaciente por que cambiara al verde, pero que los minutos no avanzaran y pudiera llegar a tiempo a la entrevista. Jaime escogió una tenida casual, recogió sus llaves, su celular, los audífonos, un bolso semivacío y la tarjeta bip!. Iba a tomar el metro, pero el calor húmedo le era insoportable, junto con ese encierro entre puertas-espejos que hacen las caras más largas aun. Llega al edificio, sube por las escaleras y llega dos minutos más tarde de la hora fijada, ya había seis personas esperando en una salita. Pasaron quince minutos y nadie aparecía, mientras Jaime se impacientaba pues tenía un viaje a la playa y una cita pendiente en una hora más. 
La entrevista fue corta, pero se le hizo eterna, aburrido de tanto sonreír a medias mientras el resto se presentaba, mientras sacaban su mejor currículum oral y buena presentación. La psicóloga con aires de jefa daba indicaciones y se fijaba en cada uno de los asistentes, algo que a Jaime lo impacientaba aún más. Finalmente terminó, anotó con letra manuscrita casi ilegible lo que la psicóloga les indicó, salió raudamente al baño, se lavó la cara, arregló su pelo y bajó las escaleras. Se dirigió al lugar, cerca del terminal de buses, le llevaba un refresco y un libro de Cortázar, para que su acompañante leyera durante el viaje los cuentos que a Jaime tanto le habían gustado.
La hora avanzaba lentamente y entre las cabezas entrantes y salientes del terminal no lograba divisarlo, se impacientaba, pues ya quedaban veinte minutos para que el bus saliera rumbo a la costa. Iba a ir a comprar los pasajes por mientras, pero se arrepintió en la fila, al ver que aún no pasaba nada, no aparecía.
Ya de noche Jaime estaba en su cama, recostado pensando por qué no había llegado, por qué no había contestado sus llamadas. Miró el refresco sobre la mesa que nunca entregó, y decidió llamar nuevamente. Al marcar el celular contesta la voz de una mujer joven, una voz con una tonalidad formal, esa formalidad como de alguien que trabaja para el público. 
– Aló?, Joaquín? – dijo con voz de extrañeza. – Aló? ¿Hablo con algún familiar de … Joaquín Se..púlveda?. – respondió la voz. No, eh, un amigo – mintió.
El semáforo da luz verde mientras el colectivo avanza, Jaime llega impaciente al hospital, esta vez no lleva ni audífonos ni bolso, sólo lleva su desesperación y la duda, lleva la imagen de verlo sentarse a su lado en el bus, de ver el sol escondiéndose del mar reflejado en sus ojos, encandilándolos, mientras hacían rebotar piedras y conchas que habían sobre las rocas en que estaban sentados. Lleva el sonido de las olas, la oscuridad del horizonte, la profundidad del mismo. Pregunta en informaciones, lo atiende una voz similar a la que contestó el teléfono.
Joaquín ahora estaba en estado de coma, de la noche a la mañana, no iba a abrir los ojos por mucho que le hablaran, Joaquín ahora pasaba sus días como las noches y no habría ningún reflejo de atardecer en sus ojos, sólo el reflejo de la incertidumbre y la desesperación de Jaime.
Joaquín sabía la ruta de Jaime para llegar al centro, a Joaquín le gustaba esperarlo sin avisarle, encontrarlo en el camino sin que se diera cuenta, seguirlo y tocarle el hombro para que se diera vuelta y saludarlo con una sonrisa. Joaquín esperó una hora y cuarto en la estación en la que se sube Jaime, miraba atento las dos entradas esperando el momento que apareciera, esperando el momento de llevárselo. Joaquín salió luego de esperar en vano, emergió a la superficie y ya resignado se iba al lugar acordado, su encuentro sorpresa no había funcionado. Al ver la hora se dio cuenta que esperó demasiado, que ahora iba con el tiempo justo, que Jaime quizás ya estaba por salir de su entrevista. Tomó su bolso que llevaba ropa para ambos, un poco de comida y su billetera. Los audífonos los llevaba puestos, escuchando canciones que le gustaba escuchar mientras esperaba en un lugar. Tal vez por eso no escuchó el frenazo, tal vez por eso no escuchó ni su propia respiración después de caer, tal vez por eso sintió que el rojo cambiaba antes al verde, tal vez por eso las micros y los colectivos para él eran silenciosos, incluso al estrellarlo.
Al lado de la camilla Jaime encontró un libro de Rulfo, una botella de agua, una billetera y dos pasajes a Osorno arrugados, con fecha de ese día, a las 5:40pm.

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3 comentarios:

  1. te pierdes mucho en los detalles y se enrredada a ratos la historia es buena en un comienso pero el termino es pecimo te perdiste al tratar de narrar la historia y darle forma y el termino es pesimo no se entiende bien te falta saber unir mejor la historia eso

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  2. es algo parecido a lo que ya pusieron
    que se centra mucho en detalles
    cosa que igual lo hace más llamativo e interesante
    te sumerge aún más, pero a la vez no sé, abusa de eso
    y me enredo, al menos yo, me enredé al leerlo
    como que tenía que leer mas de una vez las oraciones para entender

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  3. Me sumergió totalmente, a diferencia de los otros me encantan los detalles.
    Lo leí sin distracciones y es muy bueno!
    Felicitaciones :)

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