“Era
temprano y me arreglaba para ir al nuevo colegio, a 6to básico, algo totalmente
nuevo para mí. Primera vez que cambiaba tan rotundamente y estaba tan feliz de
ver cosas nuevas… estaba.
Me senté al
lado de un niño llamado “Pedro”, siempre jugábamos en el recreo a pilotear una
nave, nave cual él manejaba como un raudo capitán y yo como su fiel
acompañante. Recuerdo que estábamos jugando tan cómicamente que terminamos
tirados en el pasto:
- ¿Jamás me
dejaras de lado verdad Pedro?
- No
Javier, estamos unidos por siempre por la Pofridzer (Nombre de la nave que aún
recuerdo, la verdad es que aún no olvido a Pedro, mi único amigo.)
Una semana
después de que entramos a clases tuvimos que hacer una disertación, Pedro no
llego así que tuve que pararme en frente de 32 compañeros, hombres y mujeres y
hablar sobre las costas de Chile, me habré quedado como 3 minutos cuando los
“uuuuy” comenzaron a escucharse y el profesor me hiso sentarme, sin haber
terminado, ni siquiera me dejo decir algo. Luego de eso las cosas comenzaron a
empeorar.
Un día
estaba caminando con Pedro por un corredor del colegio, cuando de repente pasan
2 niños diciendo “ahí va la parejita de maricones, duele que te la metan?” Acompañado de un empujón, a lo cual caí y vi
que salieron corriendo mis compañeros. Pedro me levanto y al yo decirle esto a
mi profesor, simplemente él me ignoro. Y siguió hablando con otros 3
profesores.
Tres días
después de ese incidente al llegar a mi casa escuche a mi mamá gritar en el
teléfono cosas horrendas: “mi hijo no es así, no tiene la culpa, no es un
degenerado, apenas te vea te sacare la cresta, con mi hijo no te metes puta,
campesina”. Luego de eso mi mamá me pregunto si es que yo le había hecho algo a
Pedro, le comenté que no lo había visto y que él me ayudo a pararme luego del
empujón de los niñitos, Pedro era el único testigo de eso, era mi único amigo. Pero
al parecer a Pedro lo habían sacado del colegio porque según mi profesor, “un
maricon”, le estaba haciendo cosas a los niños.
Paso eso y
luego los niños me insultaban, me pegaban y dibujaban cosas feas en el pizarrón
con mi nombre en ella, me robaban los cuadernos, las niñas me tiraban el pelo,
como dolía, era como si unas agujas se clavaban en el casco. “Eso te pasa por
maricon, porque te gusta el pico”, “eso te pasa por llorón, las niñas lloran,
maricon, maricon, maricon” lo gritaban, era algo ensordecedor y la única vez que me defendí fue cuando me
dijeron que era un “hijo de puta”, aun siento el hueso de la nariz de Cristofer,
el niño que junto con sus amigos me hacia la vida escolar un infierno. Y cuando
creí que luego del golpe en la nariz que le di todo terminaría, me equivoque,
por que empeoro.
Recuerdo
que varias veces mi mamá me preguntaba cómo me había ido, y yo respondía siempre
escondiéndome los moretones de los golpes bajo la camisa: “bien mamá”, siempre
creí que mi mamá estaba feliz con mi hermana pequeñita, ella no era asquerosa,
yo sí.
Ya no
quería levantarme, no tenía ni hambre y siempre tenía sueño, era lo mejor que
podía hacer, dormir, así los días pasaban y llegaba el sábado, día en el cual
no veía a los niños pesados que tenían manos como piedras. No era lindo ver en
el espejo mi cuerpo con moretones en las piernas, brazos, espalda y unas que
otras zonas rojas en el estómago. No podía alcanzar algo que estaba en altura,
mi estatura es corta y mis brazos siempre estaban adoloridos, la vergüenza
siempre se sentaba al lado mío para recriminarme que me merecía todo esto por
ser lo que ellos me gritaban en la oreja siempre, “un maricon”.
Ya era
octubre, quedaba poco para terminar el año escolar y ese era mi único deseo,
así dejaría de ver a los niñitos pesados. Llego un viernes y 2 compañeras me
dijeron que mi bolso estaba en el baño, ahí lo habían dejado los niños de
siempre… fui y claro, estaba lleno de agua y mis cuadernos estaban rajados, el
baño tenia agua y papeles; al tomar la mochila iba saliendo y las 2 niñas me
cerraron la puerta. Gritaban “está adentro el maricon” y cuando ya me cansé de
empujar la puerta llego Cristofer y esos niñitos pesados, “acá estay maricon
asqueroso” dijeron, se rieron mientras me tiraban las hojas del papel mojado de
mis muertos cuadernos. Uno de los niños se me acerco y me tiro el pelo, “déjame
tranquilo” le suplicaba al mismo tiempo que él dijo “hay que pegarle a los
maricones como vo’” y me empuja, no pude afirmarme y mi cabeza se azoto en la
cerámica de la pared, sentí algo caliente que bajaba por la cara, me puse a
llorar, porque lo que bajaba era sangre. Luego Cristofer me tomo por la espalda
y yo quede inmóvil, lo que le permitió a los niñitos pesados pegarme patadas y
puñetazos, me dolía mucho, eran tan fuertes que podía sentir los huesos de sus
manos en mi cara; rogaba por que terminara todo, me dolía la cara y el
estómago, sentía sus nudillos. Luego me empujaron y me caí al piso esta vez y
vi como los zapatos de colegio de esos niños golpeaban mi cara, mi estómago,
mis piernas y mis brazos, Cristofer tomo mi bolso y me lo tiro en la cara
diciendo “hacete hombre maricon asqueroso” y se fue con sus amigos. Me quede
acostado en el piso, que era una combinación rara de papeles, agua y sangre por
más de media hora, hasta que me levante, me saque una muela que se desgarro
debido a los zapatazos en la cara. Me mire en el espejo llorando por dolor,
pena por mí mismo, rabia, asco y conmoción y dije “cuando grande quiero ser
hetero”.
En el
colegio todos sabían que le habían sacado la cresta al niño maricon en el baño,
todos sabían, profesores, auxiliares, alumnos y los tíos del kiosco, pero nadie
hiso nada. El niñito maricon se lo merecía por asqueroso."
Llegue a mi
casa y mi mamá me abrazo llorando apenas me vio con la cara hinchada y con
sangre seca en gran parte del cuerpo, le conté todo lo que pasaba en ese 6to
básico de escuela de campo, ella se apretó los nudillos… al día siguiente mi
mamá llego a la casa diciendo “te vas, el 7mo lo haces en santiago”.
Comencé una
nueva vida, había bromas y golpes en ese nuevo curso, pero todo fue devuelto,
ya que todo era en tono de broma, en tono de juego, como siempre debió haber
sido.
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Según las cifras del Movilh desde 2002 se han registrado
sólo 19 hechos de discriminación en el sistema escolar por homofobia. Una cifra
que sólo se explica por el temor a hacer público el caso. Sin embargo, un
reciente estudio realizado por la misma ONG -a petición del Colegio de
Profesores y patrocinada por la Internacional de Educación- da cuenta de otra
realidad. El 90% de los docentes y el 71% de los estudiantes han conocido al
menos a un o una estudiante o profesor/a homosexual o transexual. Una realidad
que, desgraciadamente, va de la mano con la discriminación.
La
tolerancia, palabra prostituida últimamente, se debe enseñar desde pequeños,
desde una mirada de niños se puede evitar la ignorancia y evitar que pasen este
tipo de cosas horrorosas, enseñándoles a nuestros niños el respeto básico por
sus pares. Enseñándole el respeto propio a nuestros niños se crea una sociedad
con el cambio que se grita en marchas y habitaciones donde dos homosexuales o
dos lesbianas lloran por no poder vivir como cualquier persona “normal”.